Qué es el Arte?
La filosofía del arte no es lo mismo que la estética, aunque cuando
se hable de la primera se involucrará directamente a la segunda, y cuando sea a
la inversa no necesariamente se dirija a la primera. La estética, inaugurada y
bautizada por Baumgarten en 1735, es una rama o teoría que se desenvuelve del
pensamiento filosófico y tiende a estudiar las cosas en cuanto a su aparecer,
que entiende a su tarea central como el pensar lo que aparece en tanto que
aparece. Por su lado, la filosofía del arte es de hecho más antigua y puede
rastrearse en muchos grandes pensadores que no hubiéramos pensado con facilidad
ya que estos consideraban a las artes como prácticas de nivel inferior con
respecto al pensamiento.
Sin embargo, es justamente esa problematización lo que hizo nacer a esta
especialidad de la “ciencia madre” y posteriormente distinguirse de la estética
como disciplina consagrada a las formas de la sensibilidad vinculadas de manera
estricta al arte; contrario a los fines de la estética, que no toma en consideración
sólo al arte sino a cualquier otra operación sobre la sensibilidad o la
experiencia sensible en sí. Justamente, para leer sobre arte y entender las
diversas aristas que éste tiene en la vida humana, se debe partir de este
entendimiento –bastante claro, a decir verdad– y entonces, ahora sí, pasar a
los autores expertos que pueden hablarnos sobre la experiencia del arte.
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Platón
«Puesto que no comprendes el vuelo de mi pensamiento, es preciso tratar de
explicártelo. Por la belleza de las figuras no entiendo lo que muchos imaginan,
por ejemplo cuerpos hermosos, bellas pinturas, sino que entiendo por aquella,
lo que es recto y circular, y las obras de este género, planas y sólidas
trabajadas a torno, ¿así las hechas con regla y con escuadra concibes mi
pensamiento? Porque sostengo que estas figuras no son, como las otras, bellas
por comparación, sino que son siempre bellas en sí por su naturaleza: y que
procuran ciertos placeres que le son propios y no tiene nada en común con los
placeres producidos por los estímulos carnales. Otro tanto digo de los colores
bellos, que tienen una belleza del mismo género, y de los placeres que le son
afectos».
Aristóteles
Friedrich Schiller
Hegel
José Ortega y Gasset
Gaston Bachelard
Gilbert Lascault
Uno de los personajes clave en la década de los 60 para la enunciación
primigenia del arte contemporáneo; su trabajo ha sido retomado una y otra vez
por los expertos para tratar los temas centrales de la práctica artística
occidental, sus diversos soportes y sus múltiples conexiones con la política,
la violencia o el mercado.
Arthur Danto
«Desde el principio lo que despertó mi interés por la Caja Brillo no sólo
fue qué la convertía en arte, sino cómo era posible que, siendo una obra de
arte, los objetos exactamente iguales a ella, esto es el conjunto de envases
diseñados para contener esponjas Brillo, no lo fueran».
Yves Michaud
«El museo, en la forma según la cual fue la referencia de la estética y de
la historia del arte, ya no existe. La institución museística se ha dispersado
y se ha difuminado. El museo de las obras maestras ha desaparecido o, mejor
dicho, en realidad los museos están pletóricos de obras maestras. Las
catedrales de la creación se han multiplicado hasta tal punto que ya no pueden
pretender alojar los tesoros únicos del arte. El museo se mantiene como un
lugar de culto, pero lo hace en el mismo sentido en el que las catedrales
también lo son: el recuerdo de lo antiguo atrae a muchedumbres de turistas, y
ya no a creyentes».
Bartomeau Marí Ribas
Lleno de escándalos de tinte más burocrático que académico, este filósofo
contemporáneo ha dirigido por varios años el MACBA en Barcelona, museo pionero
en el mundo en tanto institución que alberga y vincula a la población con las
nuevas disciplinas, las experimentaciones de la época y las discusiones que
ambas generan. Además de sus aportaciones discursivas, su labor se distingue
como la de un dirigente que involucra a la reflexión con el funcionamiento
fáctico del sistema.
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A partir de las frases anteriores y retomándolas hacia distintas obras, especialmente aquellas que pertenecieron al contexto histórico en que estos autores desempeñaron su profesión humanista, podemos ser capaces de advertir lo que es el arte y cómo funciona éste desde las trincheras filosóficas. Por ejemplo, en Platón y Aristóteles cabe rescatar a esas artesanías que todavía no se separaban del llamado "gran arte" y carecían de prestigio ante la población; incluso sería pertinente pensar a la escultura y problematizar su carácter arquitectónico mas no como lo que vemos hoy. Después, desde Hegel hasta la filosofía un tanto más analítica de Arthur Danto, resaltan las ideas en torno a una belleza artificial que sobrepasa a cualquiera natural y su entonces capacidad de reconocimiento/indiscernibilidad llegada la segunda mitad del siglo XX. Así, finalmente, para estudiar con Michaud y Marí los papeles del entretenimiento, los cruces interdisciplinarios y los conflictos contemporáneos alrededor de las prácticas actuales.
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A partir de las frases anteriores y retomándolas hacia distintas obras, especialmente aquellas que pertenecieron al contexto histórico en que estos autores desempeñaron su profesión humanista, podemos ser capaces de advertir lo que es el arte y cómo funciona éste desde las trincheras filosóficas. Por ejemplo, en Platón y Aristóteles cabe rescatar a esas artesanías que todavía no se separaban del llamado "gran arte" y carecían de prestigio ante la población; incluso sería pertinente pensar a la escultura y problematizar su carácter arquitectónico mas no como lo que vemos hoy. Después, desde Hegel hasta la filosofía un tanto más analítica de Arthur Danto, resaltan las ideas en torno a una belleza artificial que sobrepasa a cualquiera natural y su entonces capacidad de reconocimiento/indiscernibilidad llegada la segunda mitad del siglo XX. Así, finalmente, para estudiar con Michaud y Marí los papeles del entretenimiento, los cruces interdisciplinarios y los conflictos contemporáneos alrededor de las prácticas actuales.
. Hablar
sobre crítica de arte es tan difícil como
hacerla. Quizá más. Todos hemos mencionado o admirado en algún momento la labor
crítica de algún autor o pensador, por lo menos aquellos que nos interesamos
en el arte y sus procesos; sin embargo, pocas veces se ha
entendido con exactitud sus funciones o pensado en su verdadero alcance. De
hecho, la mayor de las ocasiones se ha confundido su relevancia o perdido de
vista su empleo aceptando, entonces, a cualquier columna como si fuera la mayor
de las críticas posibles. Cierto es que, como habíamos dicho, este tipo de
textos que giran en torno al mundo del arte se han caracterizado por una
identidad dudosa o una acción nublada en los últimos años, cambiando sus
estructuras y finalidades con base en los cambios mismos de las prácticas
artísticas y, así, resultando en juicios difíciles de identificar e incluso
complicados de seguir. Por lo tanto, vale preguntar qué es lo que se dice
cuando hablamos de crítica de arte y para qué lo decimos en todo sentido.
Podemos, en un primer intento, observar que la crítica es, más allá de la emisión univocista de un juicio, un ensayo que pretende generar una comprensión más compleja sobre lo que se presenta en las producciones, instituciones y nombres del arte. Esto, claro está, siendo atentos a las transformaciones que el arte ha experimentado desde los años 80; al respecto, podemos revisar la opinión de Benjamin Buchloh –importante crítico internacional y catedrático en Harvard–, quien acertadamente admite que finalizadas las décadas de los 60 y 70, las reglas del mercado comenzaron una determinación en las artes de la que no se ha podido escapar y que ha sobrepasado el impacto de la crítica misma.
De acuerdo a la opinión del experto, en
conjunto con el parecer de James Elkins –historiador y crítico–, la crítica ha
perdido totalmente su función; en contraposición, los historiadores enseñan y
construyen memoria histórica, pero ¿y los críticos? Ellos están envueltos en el
mercado más que nunca, pero no tienen influencia en él, nadie sabe cómo enseñar
crítica, su relevancia es sombría, hay críticas que no critican nada y es
una práctica que se realiza en todo el mundo, pero casi nadie la lee.
Entonces, ¿para qué y desde dónde la crítica?
Pareciendo una torre de Babel que no sabe de subidas o bajadas, a ello le podemos sumar una sociedad que se ha hecho más letrada en esto o quizá no, pero gusta de emitir sus propios juicios basándose en sus experiencias como espectador, y la figura de un especialista se ha difuminado. Por ningún lado podríamos decir que esto es malo, pero sí en ciertos casos contraproducentes, sobre todo cuando la decisión de importancia en un objeto recae en el marketing. La crítica, por más caduca que parezca, no es simplemente escribir, es notar y obviar lo que sucede a nuestro alrededor.
Así, atendiendo a urgencias del mismo mundo del arte y considerando importante la opinión de algún diestro, en un intento por conservar estructuras de diálogo y referencia para el seguimiento de prácticas que son y deben ser tanto desestabilizadas como experimentadas, aún contamos con determinadas personalidades de la crítica para incrementar nuestro entendimiento en torno a la producción artística, el momento histórico que nos atraviesa y los organismos que la regulan (o no).
Si acaso nos ha llegado a seducir la idea de que la crítica está muerta, es porque no prestamos atención a las condiciones de producción en el arte, sus legitimaciones, la falta de proyectos políticos claros y las múltiples imposiciones de ideas, nulificando debates. Y eso, a final de cuentas, es por no leer crítica
RAZONES POR LAS QUE VER ARTE CONTEMPORANEO
TODAVÍA NOS CUESTA TRABAJO.
Ya no hablemos en términos de entendimiento,
sino de apreciación y vivencia con respecto al arte contemporáneo; el público no se prepara para
experimentarlo ni presta un poco de su disposición para un primer contacto.
Todos los días vemos correr publicaciones en Facebook o demás redes sociales
que arrojan una gran cantidad de aseveraciones superfluas y mofas torpes como
un mecanismo de defensa bastante peculiar, aunque de fácil quiebre. Es más
fácil para el público levantar un muro de burlas y dudas ante aquello que no entiende
que abrir los ojos prestando atención
En la imaginación pública y en el grueso de las instituciones culturales del
mundo, se tiene la idea de que el arte contemporáneo comenzó con los procesos
de los años 60 y 70, uniendo con simpleza formas, historias, artistas y medios
que de hecho no tienen por qué relacionarse. En uno de los puntos más
dolorosos, se sigue pensando que el arte de nuestra era, esa práctica que clama
por un aquí y un ahora extremos, es equiparable al arte conceptual o encuentra
otra de sus menciones en el llamado “abstraccionismo”. Términos que han caído
en la vaguedad por falta de vinculación a los nuevos medios.
Se piensa constantemente que el arte contemporáneo es elitista y críptico, cuando en realidad es una cultura comercial de masas cuyas ramificaciones sociales son mucho más amplias de lo que solemos esperar. Lo que pasa es que, al momento de acercarse al arte, el público en general espera una significación similar a la que existía en el siglo XIX y eso simplemente no va a suceder; la contemporaneidad del arte es un campo de prácticas que dan oportunidad de expresión a lo que en otros ámbitos o circunstancias no sería escuchado, investigado, criticado o vivido.
Para aproximarse al arte contemporáneo, como a cualquier otro campo cultural, se requiere de una posición flexible, crítica, abierta, sin predisposiciones y sin la intención de que alguien marque los parámetros para su entendimiento. En consecuencia, si sigue costando trabajo ver y sentir este tipo de arte es porque no se logran superar los siguientes obstáculos:
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Se cree, muy a la Avelina Lésper, que las
artes actuales pertenecen a la burguesía, a un sistema in y que los principales
agentes de éstas son artistas VIP (términos utilizados por la escandalosa y
engañosa polemista mexicana). Declaraciones infantiles y banales; como si nos
quejáramos de no haber sido invitados a la fiesta de los “chicos populares”.
Suele pensarse que lo conceptual, lo
abstracto y lo contemporáneo son equiparables y que todo lo producido
actualmente en las artes obedece a ese macrocobijo de la idea. Más allá de
ésta, la obra se cae y pierde sentido según quienes apoyan esta percepción.
Se sigue apelando a cánones de gusto,
mediocridad, gran arte, talento, don, disciplina, técnica y una gran lista de
términos caducos.
El espectador engloba todo lo que no
comprende o reflexiona en una sola categoría (arte contemporáneo) y a partir de
una obra específica, suele descalificar la creación universal de dicho ramo.
Pensar que el arte y el mercado son dos
mundos completamente distintos pero que al momento de problematizarse se pueden
conjugar en un único conflicto es costumbre de alguien que no concibe la idea
de una práctica artística en concordancia con un sistema económico.
Se supone con demasiada frecuencia que el
arte no necesitaría explicación (nunca) y entonces, las producciones
contemporáneas en esa supuesta necesidad son más complejas. Una completa
mentira; hay momentos en que una pintura renacentista, por ejemplo, requiere un
análisis mayor en comparación a una actual.
Suele pretenderse que arte sólo hay uno:
puro, inalterable, bello, riguroso, técnico, genial, etcétera.
Se tiene la idea de que todo en el mundo del
arte contemporáneo se mide con los mismos estándares y valores inamovibles;
entonces, todos los artistas exentan procesos de selección o criticas fuertes.
El problema es que fantasmas del siglo XVIII
o XIX en compañía de las sombras vanguardistas de la modernidad no nos dejan
avanzar tan rápido como esperaríamos; el público sigue esperando un diálogo en
la forma cálida y habitual que se acostumbraba.
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